Guerra de la
Independencia griega
Guerra de la Independencia griega, conflicto mantenido
entre el pueblo griego y el Imperio otomano, que se desarrolló desde 1821 hasta
1829, con las características de una revolución provocada por aquél con el
objeto de conseguir su independencia.
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ORÍGENES DE LA REVOLUCIÓN GRIEGA
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En 1770, ya se habían
producido varias sublevaciones en el país, motivadas principalmente por el
deseo de los campesinos de trabajar sus propias tierras (los griegos no tenían
derecho a comprar terrenos a los propietarios turcos). Las revueltas habían
sido alentadas por agentes rusos, pero éstos no habían podido facilitar ayuda a
los rebeldes, por lo que los turcos (originarios del núcleo esencial que
constituía el Imperio otomano, la península de Anatolia) consiguieron aplastar
las rebeliones empleando tropas albanesas. A lo largo de los siguientes
cincuenta años, la Revolución Francesa y la independencia estadounidense
crearon un ambiente más favorable para las causas de los pueblos oprimidos, al
mismo tiempo que la debilidad de los turcos había quedado demostrada por la
sublevación serbia de 1804, que tardó en ser sofocada nueve años. De otro lado,
los otomanos no conseguían aniquilar a las fuerzas de Alí Pasa, gobernador
(pasa, pachá o bajá) de una provincia semiindependiente con capital en Ioanina,
una ciudad del sur de Albania en aquella época, que, en la actualidad,
pertenece a Grecia. La revuelta de Alí contra el sultán otomano Mahmud II,
iniciada en 1820, brindó al pueblo griego la oportunidad de luchar por su
independencia.
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INICIO DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
GRIEGA
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Los turcos aplastaron una
primera sublevación, dirigida por Alejandro Ypsilantis, patriota griego
presidente en Odesa (en la actualidad, en Ucrania; en aquel entonces, parte del
Imperio Ruso) de la sociedad denominada Hetairía, que había llegado a ser mariscal
de campo del zar ruso Alejandro I; pero la siguiente, iniciada por Germanos,
arzobispo de Patras, en el monasterio de Aghia Lavra (situado en el Peloponeso)
el 25 de marzo de 1821, no tardó en triunfar. Los turcos respondieron a esta
insurrección ahorcando al patriarca de Constantinopla, Georgios, y aplastaron a
los rebeldes en Tesalia, Macedonia y el monte Athos; no obstante, los griegos
contaban con la ventaja de su superioridad naval, por lo que la rebelión
continuó, aunque con graves conflictos dentro de sus propias filas. En 1822, ya
existían dos gobiernos griegos, uno en el continente y otro en la isla de
Hidra; de forma que, en 1824, los rebeldes luchaban entre sí, además de
combatir a los turcos.
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NAVARINO Y EL FINAL DEL CONFLICTO
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Batalla de Navarino
En 1827, el marinero y pintor francés
Louis Ganeray fue enviado a Grecia para realizar este cuadro conmemorativo de
la batalla de Navarino. En su parte izquierda puede distinguirse el semicírculo
formado por las flotas otomana y egipcia, atacadas por los barcos ingleses,
franceses y rusos. La ciudad que aparece a la derecha, en la línea de costa
opuesta, es Navarino (la actual Pilos). El resultado de este combate naval,
saldado con la destrucción de las naves turco-egipcias, resultó decisivo en el
curso de la guerra de la Independencia griega.
La situación cambió completamente
en febrero de 1825, debido a la ayuda que Mehmet Alí proporcionó al Imperio
otomano. Este poderoso pasa de Egipto envió al Peloponeso a su hijo, Ibrahim
Bajá, al mando de un gran ejército. Sus fuerzas, compuestas principalmente por
sudaneses, arrasaron y saquearon Grecia durante dos años, amenazando a los
rebeldes con una derrota completa. Fue entonces cuando el ministro británico de
Asuntos Exteriores, George Canning, indignado, entre otros motivos, por los
rumores que revelaban que los prisioneros griegos estaban siendo vendidos como
esclavos en El Cairo, persuadió a Rusia y Francia para que las tres potencias
se unieran en un frente común y obligaran a cumplir el Tratado de Londres (6 de
julio de 1827) a las partes en conflicto. En este acuerdo se proponía la
proclamación de Grecia como Estado autónomo sometido a la soberanía otomana,
protegido por el bloqueo naval de los tres aliados. El resultado fue la
destrucción completa de las flotas de Turquía y Egipto en la bahía de Navarino,
el 20 de octubre de 1827.
Los franceses enviaron tropas a
Grecia, un ejército ruso marchó hacia Adrianópolis y la Armada británica se
situó frente a la costa de Alejandría; sin embargo, sólo se puso fin a las
hostilidades cuando Rusia y Turquía firmaron el Tratado de Adrianópolis el 14
de septiembre de 1829, por el que Turquía se comprometía a conceder la
independencia total a Grecia y se ponía fin a la Guerra Turco-rusa que había
tenido lugar con motivo de la revolución griega.
La victoria de los rebeldes
y la consiguiente constitución de un Estado griego fue de una importancia
capital, a pesar de que Creta y Tesalia quedaran bajo el poder otomano.
Representó no sólo la derrota más grave que el Imperio otomano había sufrido
hasta esos momentos, sino el primero de los movimientos nacionalistas que se
sucedieron durante los cien años siguientes, con las consiguientes unificaciones
italiana y alemana, y la concesión de la independencia a Irlanda.
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